Por Mario Balcazar.
En todas las profesiones que ofrecen servicios, el tema del cliente es muy popular, nos encanta hablar de él y hacemos catarsis cuando no nos paga, nos pide cosas imposibles, se hace el loco con las solicitudes o quiere darnos la vuelta para que le hagamos un descuento.
Sin embargo, este tema entre diseñadores se escala, especialmente porque la mayoría no entiende lo que hacemos o bien, cree que todo es una cuestión de diversión (seamos sinceros, nos esmeramos demasiado en hacerle ver a todo el mundo qué divertido es quitarle el acné a las modelos en Photoshop y diseñar logos). Si a esto le agregamos que nuestras computadoras son unos monstruos con pantallas gigantes y una manzana al centro, siempre con gráficos y colores muy brillantes, sería fácil pensar que estamos dispuestos a cobrar lo que sea por cualquier proyecto que implique el uso de color, tipografías y animaciones, cobrar por algo que con gusto haríamos gratis.
Si a esto le sumamos que nuestra profesión es relativamente nueva, y que nuestros papás hasta después de la carrera empiezan a comprender qué es lo que hacemos y por qué alguien estaría dispuesto a pagar por ello, la labor del trato con el cliente se vuelve mucho más difícil.
Es muy común navegar por los posts que los diseñadores ponen en las páginas de diseño en Facebook, solicitando algún tipo de asesoría sobre cuánto cobrarle a algún cliente por cualquier trabajo, encontramos verdaderas batallas campales e insultos de todo tipo para el cliente que quiere pagar $200 pesos por una ilustración.
Por ello, cuando piensas en el cliente y en cuánto cobrar por tus diseños, debes entender algunos principios básicos que te ayudarán a ponerle una cara más amable cuando lo tengas frente a ti con una factura en mano:
• Los clientes siempre pagan por lo que creen que va tu trabajo. Alguien que no te quiere pagar desde un principio lo que tú pides, nunca vas a estar contento con él y él no va a respetar nunca tu trabajo, piensa dos veces antes de decirle que sí solo porque necesitas el dinero.
• Lo que tú hagas con el cliente determinará la próxima vez que contrate a un diseñador. Piensa como gremio, no individualmente: si al final aceptas darle un descuento del 50% porque sí, difícilmente aceptará lo que el próximo diseñador le ofrezca. Quizá todos hemos estado allí en alguna ocasión, pagando los platos rotos del diseñador anterior.
• Entiende su entorno económico. No creas que alguien que tiene una tienda de abarrotes te a va a pagar $20 mil pesos por su logo, especialmente cuando alguna marca de cervezas o refresco le regala el diseño de su fachada poniendo su logo a un lado. Si tú no estás dispuesto a cobrar mil por un logo, simplemente no te ofrezcas.
• Hay diseñadores para todos los clientes. Alguien que paga cien pesos por un diseño, va a obtener un diseñador de cien pesos, no uno de cien mil. Los diseñadores de cien mil le trabajan a clientes que están dispuestos a pagar su valor (aunque esto no implique que la negociación sea fácil).
• No todos somos diseñadores de una sola cifra, a veces hacemos trabajos muy baratos por simple gusto y a veces cobramos por lo que realmente vale. Yo siempre he afirmado que hay clientes que te dan de comer y clientes que te dan satisfacciones, nunca metas a todos dentro de la misma canasta.
• Selecciona a tus clientes, no te amargues hablando de ellos, finalmente son quienes te dan de comer y parte de un engranaje que permite que funcione toda la economía. Velo desde ese punto de vista, eres un rotor de una gran maquinaria, busca la forma de encajar de la manera en que seas más productivo a ella y benéfica para ti. Aprende a mirar tu entorno, ahí está el cliente que buscas, pero tienes que aprender a mirar en el lugar correcto y presentarte con las armas perfectas.
• Sé flexible, a final de cuentas todos, cuando empezamos, debemos aprender a adaptarnos al entorno, debemos aprender a rechazar los proyectos que no nos convienen inteligentemente, pero ello no significa que solo aceptemos el trabajo que implique el cobro exacto, el trato perfecto y el cliente ideal, seamos conscientes hasta qué punto somos flexibles en nuestras negociaciones.
Finalmente, busquemos crear un entorno más optimista, más competitivo y con argumentos más sólidos al momento de entablar charlas constructivas, si nos perdemos en el mar de las críticas difícilmente lograremos encaminar nuestra imagen como profesión hasta los demás.