Por Leonora Varo.
Cómo identificar a un cliente bueno, o por lo menos con posibilidades de no ser tan malo..
Al momento de contactarte:
Puedo reconocer a un buen prospecto cuando, al momento del primer contacto, muestra una clara disposición a darme toda la información necesaria para elaborar una propuesta económica a la medida, justa y que responda a sus necesidades reales. Por lo general cuando, en la primera llamada, ya la está haciendo chillona para pedirme descuentos aún sin conocer el costo del proyecto, pues ya puedo saber que se trata de alguien que no tiene (o no quiere gastar) los recursos necesarios para respaldar un trabajo como lo soñó.
En la primera cita:
Te recibe puntual y dedica el tiempo necesario para dejar en claro los objetivos del proyecto, es realista sobre los tiempos de desarrollo y respeta tu opinión sobre el tema, al final del día tú eres el profesional que tiene los elementos necesarios para resolver sus requerimientos, sabes de lo hablas y eres una persona confiable ¿verdad?
Cuando recibe la cotización:
Te responde que ya la recibió y, si es necesario, resuelve sus dudas al respecto de inmediato. Puede hacer algún comentario sobre el precio y tal vez tratará de obtener un descuento. Mi consejo es que, más que dar un descuento a la primera provocación, ofrezcas un producto más completo a cambio del mismo precio, por ejemplo, puedes entregar algo adicional que no sea muy oneroso, pero que le sirva a tu cliente, por ejemplo, puedes darle una foto extra impresa y enmarcada en tamaño grande, o ayudarlo a echar a andar el blog de su empresa, o entregarle una muestra de aplicaciones de su nuevo logotipo, etc.
¿Se acuerdan que antes en las zapaterías te daban paletitas mientras esperabas?
Cuando inicias el trabajo:
Una de las mejores señales de que un cliente es bueno es que realiza el pago del anticipo de tu trabajo sin excusas, rapidito y de buen modo.
Además le preocupa que recibas a tiempo los materiales necesarios para comenzar el desarrollo. Un buen cliente será aquel que no tienes que andar correteando (o por lo menos no demasiado) para conseguir que te entregue los textos, fotos o lo que sea indispensable para que tú inicies tu labor.
Durante el proceso:
No te sientas mal si un cliente te llama o escribe antes de la fecha acordada para la primera entrega, si lo hace significa que está interesado en el proyecto. Obviamente una llamada de seguimiento es distinta a un cliente ansiosito que te bombardea con correos cada cuatro horas y que comienza a hacer solicitudes diferentes a lo acordado.
Si tú hiciste todo lo necesario para definir correctamente el proyecto a la medida de los requerimientos de tu cliente, si indagaste lo suficiente, escuchaste sus necesidades, interpretaste correctamente sus preocupaciones y leiste parte de sus pensamientos, estás listo para una de las partes más gratificantes del freelaceo: el día de la entrega final. La sensación de presentar el proyecto ante los ojos emocionados de un cliente es de lo mejor que hay. Si, además, recibes una felicitación por tu trabajo ¡ya estarás en los cuernos de la Luna!
Los mejores momentos profesionales que he vivido, de verdad, son como una escena de película ochentera donde el comité directivo de una empresa está reunido en una hermosa sala de juntas para ver el resultado del trabajo, las miradas nerviosas se transforman en sonrisas de alivio y comentarios de asombro ante los buenos resultados que, en el mejor de los casos, superaron las espectativas.
El que un cliente quede muy contento con los resultados de tu trabajo es clave para que, al momento de saldar el proyecto, no se haga del rogar ni te traiga a vuelta y vuelta para pagarte. Un buen cliente hace frente a sus compromisos económicos con profesionalismo.
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