Si bien es Cierto que la impresión en cuatricromía se basa en CMYK,
hay tantos cmyk como máquinas de impresión en cuatricromía. pero para
complicarlo un poco más, todos los procesos precedentes funcionan en
rgb. entonces ¿como hacemos para saber cuál cmyk usar? ¿Realmente
debemos mandarlo CMYK?
En este asunto solo hay un factor en común entre cliente, diseñador e impresor: IGNORANCIA; y me permito agregar “ABSOLUTA”
El impresor (en la mayoría de los casos el ejecutivo de cuenta) no tiene la mas remota idea. El diseñador.….
tampoco y el cliente, bueno… ni hablar y todos toman el camino fácil de
… “mándamelo en CMYK” (hay decenas de CMYK estándar distintos, y si me
presionan un poco, hay uno diferente para cada máquina de impresión en
cuatricromía que hay en el mundo).
Antes de entrar en las soluciones, debemos aceptar y enfrentar, como los adictos, el problema.
El diseñador es el autor de la idea,
por lo tanto debería de tener gran interés en que el resultado sea como
él o ella lo tienen pensado (solo en su cabeza. No importa si es
alocada e irreverente o ya peina canas), pero no basta con que ellos
crean, sin poder demostrarlo, que el impreso no se ve igual que en su
pantalla, o que en la pantalla del cliente.
El impresor es el encargado de reproducir correctamente el trabajo. Pero para ellos CMYK es CMYK y punto. El que sea que uses.
El cliente debería preocuparse y ocuparse de que su marca mantenga
constancia y consistencia, de que su folleto plasme la esencia de lo que
quiere comunicar, y si no me equivoco, todos hablan de calidad. Pero lo
cierto es que su especialidad dista mucho de conocer de impresión y no
les interesa. Y en un mundo ideal no debería. Esa no es su chamba, pero
si es su responsabilidad el obtener el mejor resultado posible. Su paso
por la administración de una marca es efímero, pero la marca permanece y
si no se establecen las bases de lo que es calidad con todas las
métricas existentes, son capaces de generar un gran daño a la marca.
Ni hablar de los amigos compradores de los grandes corporativos.
Rara vez la máxima calidad posible está en su radar. Señores, Sorpresa…
la calidad cuesta. No por que alguien diga que es impresor puede
imprimir lo que sea y mucho menos, hacerlo lo mejor que hoy es posible. Y
no por que alguien diga que es diseñador, puede llevar a buen término
su trabajo.
Y casi me olvido de esa joya que son las agencias de publicidad.
Grandes o chiquitas, que hacen enorme alarde de las cuentas que tienen o
ganan; con sendos departamentos de diseño y preprensa y presupuestos
multimillonarios pero que no distinguen la diferencia de un sistema de
impresión y otro. Ahí el proceso de diseño entra, la mayoría de las
veces, en un hoyo negro que se llama iguala, y a menor esfuerzo
(experiencia / capacidad / conocimiento / costo / tiempo) mayor
utilidad.
No entiendo si desde pequeños estamos entrenados a que hay que medir
el avance (con examen y calificación), si a los directores de Marketing o
finanzas se les califica el alcance de las metas, a los directores
generales le les exige la eficiencia y eficacia de su desempeño, por qué
a los impresores no se les mide con estándares y tolerancias la calidad
de su trabajo.
Si bien es cierto que el principio de impresión sigue más o menos igual
desde las épocas de Gutenberg y que la teoría de color, hasta donde sé,
sigue igual que cuando Newton la explicó; hay enormes avances
tecnológicos en el campo de la Administración de color. Por ejemplo, hay
algo que se llama Pantone, y todos los lectores habrán escuchado de él.
Pero, ¿saben usarlo realmente?
En el mundo del empaque, que es mi mundo desde hace más de 20 años, he
oído de todo. Todos los días tengo algún empaque imprimiendo en algún
lado y no pasa el día sin que algún impresor me diga que no se puede lo
que yo quiero. Van y marean a mi cliente con que no se pueden hacer mis
locuras. O bien mis clientes se “tragan completitos” los cuentos de los
impresores. Desgraciadamente no soy requerido para todas las corridas de
impresión (por que cuesta!) y aunque siempre acompaño mis entregas de
una prueba de color certificada, no siempre la usan como referencia para
hacer los ajustes pertinentes. Pero, tomando prestada la frase del famoso Chapulín Colorado, “no
contaban con mi astucia” Si sabes tu chamba, sí se puede lograr la
calidad esperada y no solo eso, se puede medir y demostrar que algo está
bien o mal impreso de una manera objetiva y matemática. Es cuestión de
dominar la administración de color y contar con la tecnología para
llegar a esa “utopía” de la constancia y la consistencia en el color. La cadena es muy sencilla. El diseñador diseña. No imprime. El
impresor imprime. No diseña (o no debería) El cliente dirige y paga.
Punto. Pero si el diseñador entrega un archivo digital sin una prueba de
color física de que su trabajo es reproducible (y lo certifica) su
trabajo es por mucho, incompleto. Si el impresor imprime un trabajo que
viene de cualquier tipo de fuente, sin una prueba de color Certificada,
para el proceso de impresión correcto, pues es muy poco profesional por
decirle lo menos. Si el cliente acepta que el diseñador entregue sin la
prueba de color, mal. Si acepta que el impresor inicie sin que le
presente una expectativa real y certificada de cómo va a quedar el
trabajo… Mal también. Y si les paga, pues como te explico que la
responsabilidad es única y exclusivamente suya. Pero insisto, en un
mundo ideal, él no debería de saber nada de diseño, pruebas ni impresión
y para evitarse esos problemas está contratando “profesionales”
“especialistas” (salvo que se trate de una agencia de publicidad, ahí,
pues ni como ayudarle. Se quiso ahorrar una lanita con la iguala, no?)
Pero lo cierto es que no contrata a los que son realmente profesionales
por que …. son mas caros.
¿Quién consideras que es un buen cliente? ¿el que te encarga más
trabajo? ¿el que te paga más? ¿el que es tu amigo? ¿el que te paga a
tiempo? Durante la siguiente serie de posts escribiré tips para obtener
mejores proyectos y buenos clientes.
Escoge el proyecto adecuadoUn error común entre los freelanceros es creer que su mejor cliente
es el que les da más trabajo. Probablemente pienses que quien te llena
de solicitudes y proyectos es, necesariamente, quien te paga más y por
lo tanto es tu mejor comprador… y probablente no sea cierto. Hace unos
años tuve un cliente super buena onda y simpático que me llenaba de
trabajitos: diseñame este gráfico, hazme este letrerito, retócame estas
fotos, imprímeme un lona, hazme un collage, etc. La verdad es que por
hacer este tipo de chambitas no le podía cobrar mucho, pero me consumían
una buena cantidad de tiempo. Así que un día me senté a revisar
exáctamente cuánto ganaba al mes con este cliente y lo contrasté con el
tiempo que invertía en él: llamadas, visitas, cambios, entregas,
impresiones y demás. Me fui de espaldas cuando me dí cuenta que la
ganancia era ridícula en comparación del tiempo invertido, prácticamente
estaba trabajando para cubrir los gastos generados por el proyecto y
regalando mi tiempo. Entonces tomé una decisión poco fácil: despedí a
ese cliente. Entendí que, si quería vivir decorosamente, debía encontrar el
balance correcto entre el tamaño de los proyectos y los ingresos que
estos me reportaban. No debía llenarme de trabajitos sencillos y
chiquitos que cobraba barato y me ocupaban todo el tiempo. Obviamente
subir el precio de mis servicios no era la solución pues me saldría del
“precio de mercado”. Había muchísimos otros freelanceros que estarían
dispuestos a realizar el mismo trabajo por un precio igual o hasta
menor. La opción que debía seguir era la de especializarme en un área
diferente a lo que cualquier diseñador hace, que se pudiera cobrar mejor
y que, por supuesto, tuviera suficiente demanda. Tuve que aprender e
investigar nuevas cosas, invertir en equipo especial y desarrollar una
nueva imagen para ofrecer los nuevos servicios. Este proceso fue
complicado y un poco lento, pero valió la pena, ahora me llaman
prospectos que tienen proyectos cuya complejidad y duración me permiten
cobrar un precio que me genera una utilidad justa.
Otro problema, misma solución Hace tiempo mi esposo colaboró con el diseño de los muebles de una
tienda especializada en la venta de dulces al menudeo. Se trataba del
relanzamiento de imagen para sus sucursales en centros comerciales.
Cuando el dueño vió la propuesta del nuevo mostrador/caja de la tienda
se espantó al no ver el espacio que siempre tenían destinado para los
chicles –Aquí necesito que me incluyan tres repisas grandes para los
chicles ¡son nuestro producto estrella!– dijo.
Después de observar y evaluar cual era el movimiento de los productos
que se vendían en la dulcería llegaron a la reveladora conclusión de
que, si bien los chicles era el producto que más se vendía, también era
el producto que, por su precio bajo, menos ganancias les reportaba. Se
dieron cuenta que el producto que mayores utilidades les generaba eran
los vasos de verduras con chamoy y otros aderezos. Esos vasos eran
preparados en una cocina oculta y no eran muy solicitados porque muchos
clientes ni siquiera sabían que existían. Entonces el diseño del
mostrador se enfocó a presentar estos vasos como “la especialidad de la
casa” mostrándolos a los clientes que babeaban mientras veían su
preparación. Las utilidades aumentaron dramáticamanete. Los chicles
quedaron relegados a tercer término y el nuevo mobiliario se adaptó para
todas las tiendas.
La moraleja Si ofreces lo mismo que cualquiera hace, no podrás cobrar más y
necesitarás muchos clientes (y tiempo) para obtener las ganancias que te
permitan vivir de tu trabajo.
Cuando era niño, recuerdo que mi madre bordaba las iniciales de mi nombre en mi ropa, sobre todo en el suéter de la escuela. Gracias a ese bordado tipográfico es que se ejercía un poder de pertenencia impresionante, pues si llegaba a casa con un suéter que no tuviese las iniciales R.R.C.O. se generaba un gran problema; y si regresaba de clases sin él, el problema era aún mayor. Y es por ese bordado que el suéter, por alguna razón mágica, siempre regresaba a mí.
Actualmente, los logotipos tienen un poder parecido al que se creaba con el bordado de iniciales en mi ropa, pues le dicen a la gente de que producto, marca, compañía o servicio se trata.
Identificar es una de las tareas principales de un logotipo, sin embargo, siempre hará más que eso: algunos se convierten en marcas y eso va mucho más allá de sólo identificar, pues intervienen también ciertos atributos físicos, así como componentes históricos y emocionales.
En mi experiencia he coincidido con algunos criterios de autores para lograr logotipos que perduren, y no me refiero sólo a aquéllos visualmente atrayentes —pues lo estético es una consecuencia no una finalidad—, sino a los que tienen un concepto que les permite ser atemporales. Para que un logotipo sobreviva, dentro de toda la información que recibimos día con día, estos criterios son indispensables en su creación o evaluación. Para conseguirlo, es necesario tomar en cuenta los siguientes elementos de diseño:
1. Sencillez
Tomando como ejemplo el logotipo de Amazon, vemos que es notoriamente sencillo y claro; la flecha que subraya algunas letras resulta una sonrisa la cual comienza en la A y acaba en la Z, lo que significa una trayectoria infinita de productos, capaz de satisfacer los gustos más variados y termina en una sonrisa de satisfacción al concluir la compra. Entre más sencillo sea un logotipo más memorable y cercano será.
La sencillez debe de ser primordial en un mundo donde nos atacan constantemente de mensajes, si son sencillos y eficaces el público objetivo los entenderá mejor. Hay tantos logotipos como productos o servicios, y todos desean ocupar un lugar en nuestras mentes y en nuestras compras.
Eugeni d’ Ors dijo “Entre dos explicaciones, elige la más clara; entre dos formas, la más elemental; entre dos expresiones, la más breve”; es decir que como diseñadores debemos crear mensajes sencillos pero contundentes, en el cual logremos reducir el mensaje de un logotipo a lo más esencial.”
2. Originalidad
Podríamos decir que original es algo inédito, distinto, único, difícil de conseguir en estos días. Justo cuando algo está de moda todos lo queremos, y de ser individuos “distintos”, todos nos convertimos en iguales cuando nos gusta o deseamos el mismo objeto. La originalidad es una característica algo compleja, pero queda claro que puede lograrse a través de todo un proceso de creatividad.
La originalidad ayuda principalmente a dos cosas: en el tema legal, que la idea o el logotipo sea registrable; y en la creatividad, que lo hace memorable.
Johann W. Goethe dijo que “La originalidad no consiste en decir cosas nuevas, sino en decirlas como si nunca hubiesen sido dichas por otro”. Es así que la originalidad no es ser solamente distinto por serlo, debe ir acompañada de un concepto y de una idea a transmitir de forma creativa y distintiva, sin perder de vista la sencillez, pues ambas van de la mano. Si un logotipo no cuenta con estos ingredientes, será uno que acabará por ser igual a los demás.
3. Metáfora
La metáfora se convierte en una narración del logotipo que le dará mucha fuerza, entre más certera sea, más sólida será la historia y, además, más fácil de recordar. La metáfora posee un importante poder poético, el cual tiene la capacidad de multiplicar el significado usual de las palabras y volverlas altamente memorables.
La metáfora en el logotipo de Island Queen Cruise nos narra una corona de reina que navega sobre aguas canadienses, mostrando lujo y elegancia, elementos que al unirse logran una Q que la hace distintiva y original.
La creación de un logotipo eterno, por así llamarle, no sólo implica poner a trabajar la mente para lograr algo visualmente atractivo, sino que va más allá de lo que la mirada pueda captar. Es un proceso de creatividad en el que debe pensarse en transmitir, a partir de una imagen, tanto sencillez, originalidad y metáfora. No es fácil, pero tampoco imposible.
Siempre intentamos tomarnos con humor los listados en que se
generaliza creando una especie de “diseñador tipo” amplificando las manías o
defectos profesionales y personales. Y aunque sabemos que siempre hay
quien no entiende que nos riamos de nosotros mismos, uno no se puede resistir a publicar una serie de estereotipos que a veces se ajustan peligrosamente a la realidad.
Han cambiado en su vocabulario la palabra “tarea” por “entrega”,
“bola” por “esfera”, “gente” por “usuarios” y “hola” por “¿y ahora qué?”
No tienen noción del tiempo. Pueden llegar a preguntarte por el día
de la semana, luego el mes, para acabar incluso preguntando por el año.
Odian profundamente la pregunta “¿Te falta mucho?”
Están convencidos de que las ideas más creativas son las que surgen la noche antes de la entrega.
Pueden modelar un proyecto en Autocad, animarlo en 3D
Studio, diseñarlo en Illustrator y ponerlo en una página web, pero no
sabe usar Excel.
A sus seres queridos les da miedo usar las palabras “bonito” o “feo” delante de ellos.
Pueden tener su lugar de trabajo de lo mas desordenado, pero saben dónde se encuentra cada cosa.
A los 22 años ya tienen tendinitis en ambas muñecas, escoliosis, gafas graduadas, migrañas, úlcera, etc.
Creen que dormir 6 horas es un lujo.
Se cuestionan su futuro 3 veces al día.
Saben más de la BAUHAUS que de sus abuelos.
Han pasado si o si por urgencias tras un corte profundo con el cutter.
Están hartos de la gente que dice “Yo iba a ser diseñador pero no me gusta dibujar”.
Pueden discutir con autoridad el contenido de cafeína en distintas bebidas y su respectiva eficacia.
No han sido vistos en público sin ojeras.
Todo el mundo les dice cuanto los quieren y admiran su trabajo, pero cuando hay que hacer un diseño… “nunca hay dinero”.
Hermanos, amigos, primos y otros conocidos les piden “Un dibujito para el colegio”, que termina siendo un mapamundi con división política como mínimo.
Miles de veces han estado despiertos en un amanecer, sin embargo nunca vieron uno.
Cuando tienen tiempo para salir a cenar, no dejarán de escudriñar hasta el milímetro la carta del restaurante preguntándose “¿Quién habrá diseñado el menú?” o “¿Quién hizo éste logo?”.
Arreglan u organizan los productos disimuladamente en los negocios para que se vean “más bonitos”.
Más vale diseño
plasmado, que cientos en tu imaginación. Cuando comienzas a ser
Freelance en el Diseño, seguramente tendrás una amplia gama de ideas en
tu imaginación, esto te permitirá que con esa amplitud juegues con cada
uno de los diseños de tus clientes, sin ambargo es importante entender
la esencia de lo que es ser un freelance, se escucha fácil pero deberás
desarrollar varias capacidades administrativas ya que serás tu propio
jefe.
Para iniciarlo no deberás perder de vista algunas situaciones que no
puedes dejar pasar, ya que sobrevivir a los primeros seis meses de ser
Freelance es crucial en el entorno del diseño.
No olvides que deberás sobrevivir financieramente durante los primeros 6 meses con tu ahorro en lo que haces clientela.
Deberás visitar a mínimo 10 clientes por mes, sólo tocando puertas se te abrirán.
Deberás contar con una página web funcional que te permita recabar datos de los visitantes.
Deberás tratar de recabar mínimo 200 seguidores mensuales en tu cuenta de Freelance en twitter.
Haz un newsletter para tus posibles clientes, este boletín puede ser digital y aprovechar las redes sociales para difundirlo.
Deberás tener conocimientos de contabilidad de lo contrario deberás
contratar un contador, lo que incrementa tus gastos. Acuérdate que ser
freelance no te libra de facturar.
Seguramente en tu carrera de diseño, desarrollaron muy poco tus
habilidades como vendedor para generar ingresos, deberás tener
conocimiento de estrategias de ventas.
Al principio, más que diseñar, el tiempo se te irá en promover tu nuevo negocio.
Si pierdes un cliente, pierdes credibilidad, si pierdes
credibilidad, pierdes dinero. Maneja muy bien tus tiempos para que no
tengas problema en la entega de tu trabajo.
Ten en mente que tarde o temprano, te llegará mas trabajo del que
puedes manejar es entonces cuando deberás pensar en dejar de ser
Freelance y comenzar a expandirte como empresario.
Ser Freelance no es malo, eres tu propio jefe, a tal grado que tienes
que hacer todo tu, trabajo creativo, cobranza, ventas y logistica,
facturación y entrega.