- Portafolio. “Pruebame tu fe sin obras y yo te probaré por las obras mi fe.” La mejor carta de presentación no es un currículum, sino el trabajo publicado. Tiene poca o nula importancia que un diseñador llene hojas de participaciones que ha tenido en campañas, en cambio tiene mayor impacto que muestre un ejemplo específico y sepa explicarlo.
- Sus opiniones cuentan. Quieres saber rápidamente como trabaja su mente, ten a mano dos libros y dos posters, servirá un diseño donde simplemente no cumpla el objeto al comunicar y otro que funcione perfectamente. Esto nos da una idea de la cultura visual del entrevistado y su prioridad al decidir entre lo que le pueda gustar y lo que le pueda servir.
- Escoge un trabajo que te guste en su portafolio y pregúntale un poco sobre el proceso, no es necesario que te de la clave de su desarrollo, es solo para que sepas si es su trabajo o el de otro (nunca falta).
- El poder de persuasión. ¿Cuántos clientes has convencido de que tu diseño es la mejor solución y por qué? Saber venderse es un punto importante, aún mejor, saber si este futuro colaborador va a pelear por la mejor solución ó por la más “bonita”.
- Diversidad. Muchos abogan por que el diseñador deba tener un estilo, desgraciadamente ni siquiera entienden que es eso. El estilo es la forma en que se resuelven las cosas, esto no implica que sean siempre de la misma forma. Los diseñadores que tienen un portafolio con trabajos muy similares aunque sea para clientes muy diferentes, no van a tener mucho que aportar a los proyectos en una agencia.
- Que domine las herramientas y no al revés. Contrata al que quiere diseñar, no al que quiere usar software. No hay peor enemigo de la productividad que un diseñador intentando hacer algo que no sabe como ó con la propuesta más descabellada para justificar el uso de la herramienta más complicada.
Visto en MoccaBlog.
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