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17.12.13

Pantone y su historia

Todos los diseñadores gráficos conocen bien la guía Pantone, pero conocen su historia..?

En los década de los 60, Lawrence Herbert se planteó, cómo crear un lenguaje universal del color mientras trabajaba en su Cadillac azul con asientos rojos. En aquel momento, no existía ningún sistema concreto en lo que a gamas de colores se refería. Cada empresa o compañía de pinturas nombraba sus pinturas como quería, de manera que el mismo color podía ser diferente en varías compañías.
En este punto fue cuando a Herbert se le ocurrió crear un sistema unificado de colores, de manera que cada todo tuviera una identificación concreta y diferente del resto. Creó una página de muestra para enseñar al mundo como funcionaría el nuevo sistema “Pantone”.

De esta manera, en 1956, Pantone empezó imprimiendo guías de color para empresas de cosméticos, usando 60 pigmentos diferentes, de esta forma conseguían otras tonalidades y colores. Un claro ejemplo de que en esos años los colores no seguían un estándar era el caso de Kodak, su paquete clásico de color naranja/amarillo se veía diferente en función del lugar en el que estaba impreso. Esto provocó que los clientes, optarán por no comprar rollor fotográficos que tuvieran un color un poco más oscuro, ya que pensaban que no era nuevo.

La marca se dio cuenta de que necesitaba usar un color estándar para unificar sus ventar y como consecuencia, aumentarlas. De esta manera, la estandarización en el uso del color para impresión dio el pistoletazo de salida. En 1962, Herbert se convirtió en el nuevo dueño de Pantone y fue ahí cuando decidió cambiar la dirección que estaba siguiendo la empresa. De esta manera, encontró la forma de reducir la manera en que se creaban los colores para impresión al pasar de 60 pigmentos a 10. Este avance se denominó “Pantone Matching System”.
 
Una década después, Pantone se había convertido en una empresa millonaria consecuencia de las licencias de uso. 
El sistema se basa en una paleta o gama de colores, las Guías Pantone, de manera que muchas veces es posible obtener otros por mezclas de tintas predeterminadas que proporciona el fabricante. Por ejemplo, es un sistema muy empleado en la producción de pinturas de color por mezcla de tintes. Estas guías consisten en un gran número de pequeñas tarjetas (15×5 cm aproximadamente) de papel estucado o no estucado, sobre las que se ha impreso en un lado muestras de color, organizadas todas en un abanico de pequeñas dimensiones. Por ejemplo, una página concreta podría incluir una gama de amarillos variando en luminosidad del más claro al más oscuro. Las ediciones de las Guías Pantone se distribuyen anualmente debido a la degradación progresiva de la tinta.



Para poder conseguir el resultado que se espera se debe tener unas muestras de colores sobre diferentes tipos de papel a modo de comprobación.
Cada color se describe por una numeración y unas siglas en función de la superficie o material en el que se va a aplicar el color: M para acabado mate, C y CP para papel estucado (Coated), EC para estucado según el estándar europeo (Euro Coated), U y UP para papel texturado (Uncoated), TC y TCX para tejidos (Textil Color eXtended), TPX para papel (Textil Paper eXtended), Q para plásticos opacos (opaQue), T para plásticos transparentes (Transparent).
La ventaja de este sistema es que cada una de las muestras está numerada y una vez seleccionada es posible recrear el color de manera exacta.


Pantone se ha extendido de tal manera a la sociedad que está presente en el mundo de la moda, en la publicidad, en la cultura culinaria, en los textiles y cada año, los nuevos colores Pantone crean tendencias, sin olvidar su presencia en el mundo del diseño.
Ha ampliado su sistema a otros sectores que también trabajan con el color, como el diseño web, los plásticos, el interiorismo y la pintura, creando distintas gamas de colores: solid, pastels&neons, metallic, plastic, color bridge, CMYK, Goe Guide, Goe Bridge y Fashion+Home.

Pantone ha evolucionado hasta llegar al punto de reproducir colores flourescentes y disponer de una paleta de colores de 1757 tonos diferentes y se ha convertido en la autoridad suprema en lo que a los colores y el mundo creativo se refiere.



11.12.13

La teoría de los 3 disparos

Por Adrián Pierin.

«El tiempo es oro». Hemos escuchado miles de veces esta frase en nuestra vida profesional, y si bien en su origen tuvo sentido como una llamada de atención frente a procesos operativos largos, tediosos y hasta ineficaces, hoy solo representa un lamentable panorama en donde la disminución de los tiempos de entrega conduce al nacimiento de piezas mediocres, básicas. En definitiva, notablemente improvisadas.
Pero las agencias no son las culpables; es más, podría decirse que son las más interesadas en que sus piezas rompan el molde, luzcan, generen gran recordación y, por supuesto, conduzcan a un mayor reconocimiento y aumento de ingresos. Entonces, ¿dónde se encuentra el problema? Desde mi punto de vista existen dos motivos fundamentales que causan este fenómeno: por un lado, las exigencias de un mercado cada vez más voraz, cuyas presiones y demandas de rentabilidad buscan en la inmediatez la clave del éxito. Por el otro, la falsa creencia de que los avances tecnológicos han sido de tal magnitud que ya no hay razones para que las propuestas de diseño (o piezas publicitarias) tarden más de uno o dos días en elaborarse.


¿Que nos hace gatillar?
El proceso que poco a poco se viene instalando es tan simple como nocivo para ambas partes. A modo de ejemplo: un cliente brifea un proyecto de alta complejidad a su agencia con la exigencia de tener las rutas creativas en un plazo extremadamente corto (digamos 2 días). Como el tiempo disponible es escaso y no posibilita una adecuada profundización tanto investigativa como creativa, los resultados no satisfacen plenamente al comitente, por lo que este, ante el temor de no cumplir con los plazos pautados de forma unilateral, le dice adiós a su actual proveedor y busca inmediatamente un «milagrero» ocasional que pueda actuar con la celeridad requerida. Así de simple, así​ de terminante. ¡Ah! Existe una variable interesante a este proceso, que son los pitchs a los que denomino «gracias por participar». 

¿En qué consisten? Muy simple. Bajo la excusa de cumplir con los timings internos de la compañía, el cliente ni siquiera le da oportunidad a su agencia de hallar una solución a su necesidad de comunicación e improvisa un concurso entre 2 o 3 empresas para adjudicarle al ganador todos los proyectos de ahí en adelante (o hasta que el círculo del toma y tire vuelva a iniciarse). ¿Dónde está el problema en poner a prueba a las agencias? En el origen de esta contienda.
Quienes trabajamos en este medio sabemos que ocasionalmente es parte de las reglas de juego validar nuestra capacidad creativa frente a nuestros pares, pero lo injusto es que la causa de ese enfrentamiento sea la desesperación por llegar a tiempo a un lanzamiento. «Pero… ¿no éramos equipo?». Ya no. «Pero… ¿acaso no estábamos proyectando juntos una estrategia de comunicación a largo plazo en donde ustedes y nosotros lograríamos posicionar la marca a partir de criterios racionales, lógicos y programados?». «Lo siento», vuelve a reiterar el cliente; «necesitamos soluciones inmediatas. La que nos saque de esta urgencia se llevará la cuenta».
Pido que, por favor, no se entiendan mis comentarios como fruto del resentimiento frente a alguna experiencia vivida (aunque sí describen situaciones que uno suele vivir a diario) Solo pretendo que los profesionales del marketing, quienes por lo general tienen en sus manos el poder para elegir equipos y procesos, se planteen si realmente este camino metodológico en el que estamos todos inmersos es el más adecuado y si esta supuesta «urgencia inevitable» que pregonan las compañías no terminará por fagocitarnos unos a otros, disminuyendo nuestras profesiones y falseando sus resultados.
A mi juicio estas prácticas nefastas desmerecen una trayectoria común, minimizan el rol estratégico de nuestro trabajo, perjudican la fidelidad de sus proveedores, le restan entusiasmo a los creativos y no logran sostener una estrategia de comunicación sólida en el tiempo.
«Gracias, diseñadores y comunicadores por los años de lucha compartida, pero el tiempo ha sido su juez y verdugo». Así rezarán las lápidas.


Solo tres tiros
Mi ardua práctica dentro de este complejo escenario me ha enseñado un lamentable principio al que he denominado «De los 3 tiros». Podría decir que se trata de un indicador que actúa como «señal de alerta» conforme los errores se vayan sucediendo. Paso a explicarlo: desde el momento en que me pasan un brief de ejecución veloz como el ya descrito, suena la alarma y determino que a partir de ese momento cuento con solo 3 balas (3 presentaciones) para dar en el blanco: el objetivo buscado por mi cliente. El proceso que sigue a continuación se podría resumir así:

  • ¿Primera presentación falla? Analicemos donde está el error y ajustemos la mira.
  • ¿Segunda presentación falla? Preocupé​monos: nuestra arma no tiene la capacidad de tiro ideal.
  • ¿Tercera presentación falla? Existen grandes posibilidades de que la presa se nos haya escapado para siempre.


Las armas las carga el diablo
Esta analogía con la cacería expresa claramente el sentimiento que yace en muchos creativos. En el seno de los estudios de diseño ya no se habla de crear piezas efectivas sino de «acertarle» a los gustos del cliente. Un buen trabajo hoy, es aquel que nos garantiza nuestra supervivencia como estructura y nos aleja cada vez más de nuestras prioridades: la innovación, el crecimiento creativo, la exploración. Riesgo cero, esa parecería ser la tendencia.
¿Hacia dónde queremos ir? ¿Qué estamos valorando? ¿Cuáles son los elementos de que nos valdremos a la hora de generar valor en un producto o servicio? Preguntas cuyas respuestas parecen ser tan lamentables que llevan al deseo de ignorarlas.