Se caracteriza por líneas que se convierten en espirales, colores fuertes, el uso recurrente de la simetría, efectos tridimensionales mediante sombras y perspectivas; y un uso sobrecargado de la superficie. Su repertorio decorativo incluye principalmente estilizaciones de hojas, animales, cornucopias, flores, banderines, y piedras preciosas, con el agregado de ilustraciones de paisajes, naturalezas muertas, símbolos gauchescos, patrios y religiosos; y el retrato de algún ídolo popular o imagen religiosa.
Generalmente se incluyen dentro de la obra frases ingeniosas, refranes poéticos o aforismos chistosos, emocionales o filosóficos, escritos a veces en lunfardo y con letras ornamentadas, generalmente góticas o cursivas.
Muchos de sus iniciadores formaban parte de las familias de inmigrantes europeos y algunos elementos artísticos traídos por ellos se combinaron con los del acervo criollo, creando un estilo típicamente argentino.
Con el tiempo, al ir desapareciendo los carros a caballo, el fileteado se propagó a los camiones y luego a los colectivos.
En 1970 se organiza la primera exposición del filete. A partir de este acontecimiento el fileteado dejó de verse como una simple artesanía que servía solo como un sencillo ornamento para carro o camión, y se le dio una mayor jerarquía, reconociéndoselo como un arte de la ciudad, que desde entonces se extendió a todo tipo de superficies y objetos.
"Si Discépolo dijo que el tango es un pensamiento triste que se baila, el filete es un pensamiento alegre que se pinta." Ricardo Gómez, fileteador
Sus orígenes
El inicio del fileteado se origina en los carros grises, tirados por caballos, que transportaban alimentos como leche, fruta, verdura o pan, a fines del siglo XIX.
Una anécdota, relatada por el fileteador Enrique Brunetti cuenta que en la Avenida Paseo Colón, que en aquel entonces era límite entre la ciudad y su puerto, existía un taller de carrocerías en el que trabajaban colaborando en tareas menores dos niños humildes de origen italiano que se convertirían en destacados fileteadores: Vicente Brunetti (quien sería el padre del mencionado Enrique) y Cecilio Pascarella, de diez y trece años de edad respectivamente. Un día el dueño les pidió que dieran una mano de pintura a un carro, que en aquel entonces estaban pintados en su totalidad de gris. Tal vez por travesura o solo por experimentar, el hecho es que pintaron los chanfles del carro de colorado, y esta idea gustó a su dueño. Más aún, a partir de ese día otros clientes quisieron pintar sus chanfles con colores, y otras empresas de carrocería imitaron la idea. Así se inició el decorado de los carros, y el siguiente paso fue colorear los recuadros de los mismos empleando filetes de distintos grosores.
El paso siguiente fue incluir carteles en los que figuraban el nombre del propietario, su dirección y especialidad que transportaba. Esta tarea era en principio realizada por letristas franceses que en Buenos Aires se dedicaban a pintar letreros para los comercios. Como a veces la demora por la inclusión de esas letras era grande, el dueño del taller de Paseo Colón le encargó a Brunetti y Pascarella, que habían visto como hacían la tarea los franceses, que realizaran ellos las letras, destacándose Pascarella en la tarea de hacer los denominados “firuletes” que ornamentaban los carteles y que se convertirían en característicos del fileteado.
Al pintor que decoraba los carros se lo llamaba “fileteador” pues realizaba el trabajo con pinceles de pelo largo o pinceles “para filetear”. Esta es una palabra derivada del latín filum, que quiere decir hilo, o borde de una moldura, y en arte se refiere a una línea fina que sirve de ornamento.
Por tratarse de una tarea que se realizaba al finalizar el arreglo del carro, e inmediatamente antes de cobrar el pago del cliente, ansioso por recuperar su herramienta de trabajo, el fileteado debía realizarse con rapidez.
Surgieron entonces especialistas habilidosos como Ernesto Magiori y Pepe Aguado, o artistas como Miguel Venturo, hijo de Salvador Venturo. Este último había sido un Capitán de la Marina Mercante de Italia que al jubilarse se estableció en Buenos Aires, donde se dedicó al fileteado, al que le incorporó motivos e ideas de su patria. Miguel estudió pintura y mejoró la técnica de su padre, siendo considerado por muchos fileteadores como el pintor que dio forma al filete. A él se le debe la introducción de pájaros, flores, diamantes y dragones en los motivos y el diseño de las letras en las puertas de los camiones: sucede que los carteles pagaban impuestos si eran muy grandes, por lo que Miguel ideó el hacerlos chicos pero decorados con motivos simétricos formando flores y dragones para que fueran más llamativos, y este diseño se mantuvo por mucho tiempo.
La aparición del automóvil provocó el cierre de las carrocerías instaladas fuera de las ciudades, por lo que los carros y sulkies de los campos y las estancias debieron ser llevados a las ciudades para ser reparados de los daños ocasionales. Al hacerlo también se los ornamentaba con el fileteado y así el filete pasó de lo urbano a lo rural. Era común ver carros campestres pintados de verde y negro con filetes verde amarillentos. Pablo Crotti fue un experto en el fileteado de carruajes.
El camión eliminó de la escena al carruaje de transporte alimenticio y los primitivos fileteados de estos se perdieron por siempre, pues nadie se tomó la molestia de conservar alguna muestra para la posteridad. Por otra parte el camión presentaba todo un reto para el fileteador por ser mucho más grande y estar lleno de recovecos. En las empresas de carrocerías trabajaban carpinteros, herreros, pintores de lizo y fileteadores. Se hallaban fundamentalmente en los barrios de Lanús, Barracas y Pompeya. El camión llegaba con su chasis y cabina de fábrica y se le fabricaba la caja, que podía ser de madera dura de lapacho o de pino bien pulida para hacer creer que era buena, pero en realidad duraba mucho menos. Luego el herrero forjaba los hierros creando ornamentos. El trabajo del fileteador llegaba al final y pintaba sobre andamios. Solía decorar los paneles laterales de madera (tablones) con flores y dragones, mientras que la tabla principal se ornamentaba con algún tema propuesto por el dueño. El fileteador firmaba en el tablón o junto al nombre de la carrocería.
Cuando el colectivo porteño comenzó a dejar de tener el tamaño de un auto para pasar a ser una especie de camión modificado para transportar gente, comenzó a fileteárselo. La superficie a pintar carecía de divisiones como los de la caja del camión, era metálica, y el filete a pintarse era más elemental, sin figuras. Se usaba en cambio mucho la línea arabesca y los frisos, en forma horizontal y dando la vuelta a la carrocería del colectivo. El nombre de la empresa se escribía en letras góticas y el número de la unidad solía diseñarse de manera que se relacionara con el número de la quiniela. El colectivero, o sea, el conductor del vehículo, no quería que este se pareciera a un camión de verdulería, así que las flores estaban “prohibidas”. En el interior del colectivo se fileteaba ocasionalmente la parte trasera del asiento del conductor.
La técnica
El fileteador utilizaba para dibujar su obras un “espúlvero”: se trataba de un papel sobre el que se dibujaba la obra, luego se perforaba con un alfiler siguiendo el trazo del diseño, se colocaba sobre la superficie a pintar y por último se espolvoreaba tiza o carbón en polvo sobre él, al estilo de los maestros renacentistas, de manera que indicara por donde debía realizarse el trazo con el pincel. Hecho esto, se utilizaba el reverso del espúlvero para repetir los mismos pasos en otra sección de la superficie a pintar, de manera de obtener la misma imagen pero del revés. De esta manera se lograban las imágenes simétricas, tan características del fileteado.
Para pintar los filetes rectos se usa un pincel de pelos largos (6 cm) y mango corto (o sin mango) llamado "bandita". Para las letras y ornatos se utilizan los llamados pinceles de letras con pelos de 3,5 cm de largo. En sus inicios se utilizaba aceite de lino, cola y colores naturales. Luego esmalte sintético. El uso del barniz transparente fue una idea de Cecilio Pascarella: al mezclarlo con apenas unas gotas de negro y bermellón, se lo aplica sobre el dibujo ya pintado siguiendo las pinceladas de la pintura base, lográndose así un efecto de relieve. El efecto de volumen también se obtiene resaltando las luces y sombras con brillos y esfumados.
Temas recurrentes
Como los fileteados eran realizados en los vehículos de transporte pertenecientes a particulares, debían amoldarse a las exigencias de sus dueños. Tanto estos como los fileteadores eran muchas veces inmigrantes, en su mayoría italianos y españoles, de condición humilde. Por esta razón los motivos del decorado solían aludir a deseos y sentimientos similares, relacionados con la nostalgia que sentían por su patria de origen y agradecimiento y esperanza en mejorar sus condiciones de vida en el nuevo país con el duro trabajo de cada día.
Por otro parte, al nacer bajo los mismos albergues y pensiones de los suburbios de Buenos Aires en los que nació el tango, los motivos del fileteado se relacionaron con el mismo. Los elementos que suelen repetirse en él son:
Flores: Las más comunes eran las de cuatro y cinco pétalos iluminadas desde arriba. Rara vez aparecían las flores de lis o las rosas. Se las suele acompañar por estilizaciones de hojas de acanto.
Naves: Símbolo de la nostalgia, expresando el deseo de volver al país de origen. Actualmente no se utilizan más.
Sol: De formato parecido al del escudo nacional argentino. A veces dibujado como sol naciente, dando idea de prosperidad.
Escenario: Dos cortinas entreabiertas, como en el teatro, dejando ver las iniciales del dueño del vehículo.
Manos estrechadas: Generalmente con alguna alusión a la famosa frase del poema del Martín Fierro, de José Hernández: Los hermanos sean unidos, porque esa es la ley primera...
Personajes: Fundamentalmente el del ídolo tanguero Carlos Gardel o de la Virgen de Luján, señora y patrona de la Argentina y protectora de los caminos.
Cintas, banderas o moños: Cualquiera de estos elementos están presentes en cualquier obra, con los colores de la Argentina (celeste y blanco) y a veces acompañada por la de otro país, o club de fútbol.
Animales ficticios: como los pájaros, pues rara vez representaban a una especie existente, o como los dragones, alegoría del machismo porteño, que se piensa que Miguel Venturo los incorporó inspirado en los exteriores del Teatro Cervantes de Buenos Aires.
Animales reales: Fundamentalmente el león, símbolo de temple firme contra las adversidades. O el caballo, generalmente el de carreras enmarcado en una herradura de la suerte o en algunos casos el caballo criollo.
Los objetos pintados suelen aparecer acompañados de filigramas, arabescos, borlas, guardas, pergaminos, copones o cornucopias (especie de cuerno de la abundancia).
Letras y Frases
La letra gótica, a la que los fileteadores llamaban “esgróstica”, junto con la cursiva, fueron las más utilizadas en este arte. Según los hermanos Enrique y Alfredo Brunetti (hijos del mencionado Vicente), la gótica se eligió pues estaba en todos los manuales de letras. Otra versión afirma que la elección tuvo que ver con el hecho de que esa letra aparecía en los billetes argentinos. Lo cierto es que era aceptada por los clientes, quienes en definitiva eran los que decidían que querían en su carrocería. Además representaba muy bien el aspecto de dureza del mundo del camión y resaltaba a la vista, dándosele un aspecto tridimensional y adornándosela con firuletes.
En cuanto a las frases, sus autores no eran los fileteadores, si no los dueños de los transportes; y generalmente se colocaban o al frente a modo de presentación (El sin igual, Yo me presento así) o en la parte trasera, que era donde estaban las más originales. Había refranes o leyendas de los más diversos temas, divertidas, filosóficas, provocativas o galantes.
Primera exposición del Filete
Fines de la década del 60 y comienzos de los 70 fueron años de esplendor para el fileteado, pues además de los buenos maestros en este arte existían grandes camiones y colectivos en cantidad.
La escultora argentina Esther Barugel y su esposo, el pintor español Nicolás Rubió, fueron los primeros en realizar una investigación minuciosa sobre la génesis del fileteado, y organizaron el 14 de septiembre de 1970 la primera exposición del filete en la Galería Wildenstein, en Buenos Aires. Ya prácticamente no existían tablas fileteadas de la época de los carros. La exposición, en la que se lució el fileteador Carlos Carboni, uno de los que más colaboró para que se realizara, fue un éxito, e hizo que la gente de la ciudad comenzara a apreciar aquello que veía cotidianamente circular por las calles, pero que nunca le había prestado atención. El fileteado dejó de verse como una simple artesanía que servía sólo como un sencillo ornamento para carro o camión, y se le dio una mayor jerarquía, reconociéndoselo en el país y en el exterior como un arte de la ciudad, que desde entonces se “separó” del camión y se extendió a todo tipo de otros objetos.
En la actualidad sólo se permite un sencillo filete entre los planos de color del techo y la parte inferior del colectivoHubo luego una segunda muestra en la Plaza Dorrego, con la presencia de camiones fileteados que al día siguiente volverían al trabajo, con sus obras de arte a cuestas, como lo habían hecho siempre.
En 1975 una ordenanza, que fue actualizada en 1985, prohibió su uso en los colectivos (a excepción de un filete entre los planos de color del techo y la parte inferior) argumentando que producían confusión en los pasajeros al momento de tener que leer los números y recorridos de los mismos. A pesar de que esto casi termina con la propagación del filete, y que hoy día los pocos colectivos que aún lo usan lo hacen en muy menor medida, logró sobrevivir y difundirse, siendo hoy curiosidad por parte de los extranjeros.
La generación de artistas surgida en 1970 dio impulso a difundir la obra y a interesar a los más jóvenes. El fileteado comenzó a pintarse en cuadros, un adelantado en esto fue Martiniano Arce, seguido mas tarde por Jorge Muscia. Otro destacado fue León Untroib, como maestro de fileteadores, precursor de la utilización del filete en la decoración de diversos objetos y gráfica publicitaria, aquí también cabe destacar el aporte de Luis Zorz y mucho más recientemente Alfredo Genovese.
Maestros
Entre los mejores exponentes de este arte (Maestros Fileteadores, citados por los estudiosos Nicolás Rubio y Ester Barugel ), se encuentran los primeros fileteadores: Salvatore Venturo, Cecilio Pascarella, Vicente Brunetti, Alejandro Mentaberri, Pedro Unamuno, y el renombrado Miguel Venturo, a una segunda generación pertenecen Andrés Vogliotti, Carlos Carboni, León Untroib, los hermanos Brunetti, los hermanos Bernasconi, Enrique Arce, Alberto Pereira, Ricardo Gómez, Luís Zorz y Martiniano Arce, destacándose este último como un renovador utilizando por primera vez el fileteado porteño como pintura de caballete y obteniendo a lo largo de su trayectoria un sólido reconocimiento en el terreno del arte.
De la nueva generación se destacan Jorge Muscia por los premios recibidos en el terreno de la plástica y sus numerosas muestras en el exterior y los fileteadores, Alfredo Genovese, Elvio Gervasi, Adrián Clara, José Espinosa, Alfredo Martínez, Miguel Gristán, Sergio Menasché entre otros que siguen desarrollando este arte en la actualidad. A partir de la década del 90 también se agregan varias mujeres a este oficio.
El fileteado en la Actualidad
El resurgimiento del fileteado se debe en gran medida al ingenio y creatividad de quienes buscaron nuevos soportes para plasmarlo. Así, tanto las paredes de la ciudad, como ropas, botellas, tapas de CD o hasta la piel humana mediante el tatuaje son algunas de las diversas superficies en las que se propagó. Una campaña publicitaria para el canal de TV Much Music se realizó con el cuerpo de los presentadores y músicos fileteados por Alfredo Genovese.
Jorge Muscia logró una importante difusión del mismo en el exterior al realizar diversas exposiciones de sus obras en Europa, México y Estados Unidos. También Martiniano Arce, que tuvo mucho que ver en lo que respecta a llevar el fileteado al lienzo, ha realizado obras que han recorrido el mundo.
Jean Jaures al 700Entre los años 2003 y 2004 el Museo Carlos Gardel organizó el concurso El Abasto y el fileteado porteño, con motivo de su primer aniversario y como parte del VI Festival Buenos Aires Tango 2004. El lugar elegido fue la cuadra de la calle Jean Jaures al 700, en la que se encuentra el mencionado museo que fue a su vez vivienda del ídolo tanguero de Buenos Aires.
De 80 artistas inscriptos, un jurado conformado por arquitectos, artistas y vecinos premió a seis, que realizaron sus proyectos en sendas fachadas de vecinos del museo, que se comprometieron a mantener los frentes intactos por lo menos por un año.
Jean Jaures al 700. En el año 2006 la legislatura porteña declaró al fileteado como Patrimonio Cultural de la Ciudad de Buenos Aires a partir de la sanción de la ley 1941, impulsada por el diputado Norberto La Porta. En un acto realizado en el tradicional café Tortoni La Porta abogó por la derogación del mencionado decreto del año 1975 que impide el filete en los colectivos de Buenos Aires.
El inicio del fileteado se origina en los carros grises, tirados por caballos, que transportaban alimentos como leche, fruta, verdura o pan, a fines del siglo XIX.
Una anécdota, relatada por el fileteador Enrique Brunetti cuenta que en la Avenida Paseo Colón, que en aquel entonces era límite entre la ciudad y su puerto, existía un taller de carrocerías en el que trabajaban colaborando en tareas menores dos niños humildes de origen italiano que se convertirían en destacados fileteadores: Vicente Brunetti (quien sería el padre del mencionado Enrique) y Cecilio Pascarella, de diez y trece años de edad respectivamente. Un día el dueño les pidió que dieran una mano de pintura a un carro, que en aquel entonces estaban pintados en su totalidad de gris. Tal vez por travesura o solo por experimentar, el hecho es que pintaron los chanfles del carro de colorado, y esta idea gustó a su dueño. Más aún, a partir de ese día otros clientes quisieron pintar sus chanfles con colores, y otras empresas de carrocería imitaron la idea. Así se inició el decorado de los carros, y el siguiente paso fue colorear los recuadros de los mismos empleando filetes de distintos grosores.
El paso siguiente fue incluir carteles en los que figuraban el nombre del propietario, su dirección y especialidad que transportaba. Esta tarea era en principio realizada por letristas franceses que en Buenos Aires se dedicaban a pintar letreros para los comercios. Como a veces la demora por la inclusión de esas letras era grande, el dueño del taller de Paseo Colón le encargó a Brunetti y Pascarella, que habían visto como hacían la tarea los franceses, que realizaran ellos las letras, destacándose Pascarella en la tarea de hacer los denominados “firuletes” que ornamentaban los carteles y que se convertirían en característicos del fileteado.
Al pintor que decoraba los carros se lo llamaba “fileteador” pues realizaba el trabajo con pinceles de pelo largo o pinceles “para filetear”. Esta es una palabra derivada del latín filum, que quiere decir hilo, o borde de una moldura, y en arte se refiere a una línea fina que sirve de ornamento.
Por tratarse de una tarea que se realizaba al finalizar el arreglo del carro, e inmediatamente antes de cobrar el pago del cliente, ansioso por recuperar su herramienta de trabajo, el fileteado debía realizarse con rapidez.
Surgieron entonces especialistas habilidosos como Ernesto Magiori y Pepe Aguado, o artistas como Miguel Venturo, hijo de Salvador Venturo. Este último había sido un Capitán de la Marina Mercante de Italia que al jubilarse se estableció en Buenos Aires, donde se dedicó al fileteado, al que le incorporó motivos e ideas de su patria. Miguel estudió pintura y mejoró la técnica de su padre, siendo considerado por muchos fileteadores como el pintor que dio forma al filete. A él se le debe la introducción de pájaros, flores, diamantes y dragones en los motivos y el diseño de las letras en las puertas de los camiones: sucede que los carteles pagaban impuestos si eran muy grandes, por lo que Miguel ideó el hacerlos chicos pero decorados con motivos simétricos formando flores y dragones para que fueran más llamativos, y este diseño se mantuvo por mucho tiempo.
La aparición del automóvil provocó el cierre de las carrocerías instaladas fuera de las ciudades, por lo que los carros y sulkies de los campos y las estancias debieron ser llevados a las ciudades para ser reparados de los daños ocasionales. Al hacerlo también se los ornamentaba con el fileteado y así el filete pasó de lo urbano a lo rural. Era común ver carros campestres pintados de verde y negro con filetes verde amarillentos. Pablo Crotti fue un experto en el fileteado de carruajes.
El camión eliminó de la escena al carruaje de transporte alimenticio y los primitivos fileteados de estos se perdieron por siempre, pues nadie se tomó la molestia de conservar alguna muestra para la posteridad. Por otra parte el camión presentaba todo un reto para el fileteador por ser mucho más grande y estar lleno de recovecos. En las empresas de carrocerías trabajaban carpinteros, herreros, pintores de lizo y fileteadores. Se hallaban fundamentalmente en los barrios de Lanús, Barracas y Pompeya. El camión llegaba con su chasis y cabina de fábrica y se le fabricaba la caja, que podía ser de madera dura de lapacho o de pino bien pulida para hacer creer que era buena, pero en realidad duraba mucho menos. Luego el herrero forjaba los hierros creando ornamentos. El trabajo del fileteador llegaba al final y pintaba sobre andamios. Solía decorar los paneles laterales de madera (tablones) con flores y dragones, mientras que la tabla principal se ornamentaba con algún tema propuesto por el dueño. El fileteador firmaba en el tablón o junto al nombre de la carrocería.
Cuando el colectivo porteño comenzó a dejar de tener el tamaño de un auto para pasar a ser una especie de camión modificado para transportar gente, comenzó a fileteárselo. La superficie a pintar carecía de divisiones como los de la caja del camión, era metálica, y el filete a pintarse era más elemental, sin figuras. Se usaba en cambio mucho la línea arabesca y los frisos, en forma horizontal y dando la vuelta a la carrocería del colectivo. El nombre de la empresa se escribía en letras góticas y el número de la unidad solía diseñarse de manera que se relacionara con el número de la quiniela. El colectivero, o sea, el conductor del vehículo, no quería que este se pareciera a un camión de verdulería, así que las flores estaban “prohibidas”. En el interior del colectivo se fileteaba ocasionalmente la parte trasera del asiento del conductor.
La técnica
El fileteador utilizaba para dibujar su obras un “espúlvero”: se trataba de un papel sobre el que se dibujaba la obra, luego se perforaba con un alfiler siguiendo el trazo del diseño, se colocaba sobre la superficie a pintar y por último se espolvoreaba tiza o carbón en polvo sobre él, al estilo de los maestros renacentistas, de manera que indicara por donde debía realizarse el trazo con el pincel. Hecho esto, se utilizaba el reverso del espúlvero para repetir los mismos pasos en otra sección de la superficie a pintar, de manera de obtener la misma imagen pero del revés. De esta manera se lograban las imágenes simétricas, tan características del fileteado.
Para pintar los filetes rectos se usa un pincel de pelos largos (6 cm) y mango corto (o sin mango) llamado "bandita". Para las letras y ornatos se utilizan los llamados pinceles de letras con pelos de 3,5 cm de largo. En sus inicios se utilizaba aceite de lino, cola y colores naturales. Luego esmalte sintético. El uso del barniz transparente fue una idea de Cecilio Pascarella: al mezclarlo con apenas unas gotas de negro y bermellón, se lo aplica sobre el dibujo ya pintado siguiendo las pinceladas de la pintura base, lográndose así un efecto de relieve. El efecto de volumen también se obtiene resaltando las luces y sombras con brillos y esfumados.
Temas recurrentes
Como los fileteados eran realizados en los vehículos de transporte pertenecientes a particulares, debían amoldarse a las exigencias de sus dueños. Tanto estos como los fileteadores eran muchas veces inmigrantes, en su mayoría italianos y españoles, de condición humilde. Por esta razón los motivos del decorado solían aludir a deseos y sentimientos similares, relacionados con la nostalgia que sentían por su patria de origen y agradecimiento y esperanza en mejorar sus condiciones de vida en el nuevo país con el duro trabajo de cada día.
Por otro parte, al nacer bajo los mismos albergues y pensiones de los suburbios de Buenos Aires en los que nació el tango, los motivos del fileteado se relacionaron con el mismo. Los elementos que suelen repetirse en él son:
Flores: Las más comunes eran las de cuatro y cinco pétalos iluminadas desde arriba. Rara vez aparecían las flores de lis o las rosas. Se las suele acompañar por estilizaciones de hojas de acanto.
Naves: Símbolo de la nostalgia, expresando el deseo de volver al país de origen. Actualmente no se utilizan más.
Sol: De formato parecido al del escudo nacional argentino. A veces dibujado como sol naciente, dando idea de prosperidad.
Escenario: Dos cortinas entreabiertas, como en el teatro, dejando ver las iniciales del dueño del vehículo.
Manos estrechadas: Generalmente con alguna alusión a la famosa frase del poema del Martín Fierro, de José Hernández: Los hermanos sean unidos, porque esa es la ley primera...
Personajes: Fundamentalmente el del ídolo tanguero Carlos Gardel o de la Virgen de Luján, señora y patrona de la Argentina y protectora de los caminos.
Cintas, banderas o moños: Cualquiera de estos elementos están presentes en cualquier obra, con los colores de la Argentina (celeste y blanco) y a veces acompañada por la de otro país, o club de fútbol.
Animales ficticios: como los pájaros, pues rara vez representaban a una especie existente, o como los dragones, alegoría del machismo porteño, que se piensa que Miguel Venturo los incorporó inspirado en los exteriores del Teatro Cervantes de Buenos Aires.
Animales reales: Fundamentalmente el león, símbolo de temple firme contra las adversidades. O el caballo, generalmente el de carreras enmarcado en una herradura de la suerte o en algunos casos el caballo criollo.
Los objetos pintados suelen aparecer acompañados de filigramas, arabescos, borlas, guardas, pergaminos, copones o cornucopias (especie de cuerno de la abundancia).
Letras y Frases
La letra gótica, a la que los fileteadores llamaban “esgróstica”, junto con la cursiva, fueron las más utilizadas en este arte. Según los hermanos Enrique y Alfredo Brunetti (hijos del mencionado Vicente), la gótica se eligió pues estaba en todos los manuales de letras. Otra versión afirma que la elección tuvo que ver con el hecho de que esa letra aparecía en los billetes argentinos. Lo cierto es que era aceptada por los clientes, quienes en definitiva eran los que decidían que querían en su carrocería. Además representaba muy bien el aspecto de dureza del mundo del camión y resaltaba a la vista, dándosele un aspecto tridimensional y adornándosela con firuletes.
En cuanto a las frases, sus autores no eran los fileteadores, si no los dueños de los transportes; y generalmente se colocaban o al frente a modo de presentación (El sin igual, Yo me presento así) o en la parte trasera, que era donde estaban las más originales. Había refranes o leyendas de los más diversos temas, divertidas, filosóficas, provocativas o galantes.
Primera exposición del Filete
Fines de la década del 60 y comienzos de los 70 fueron años de esplendor para el fileteado, pues además de los buenos maestros en este arte existían grandes camiones y colectivos en cantidad.
La escultora argentina Esther Barugel y su esposo, el pintor español Nicolás Rubió, fueron los primeros en realizar una investigación minuciosa sobre la génesis del fileteado, y organizaron el 14 de septiembre de 1970 la primera exposición del filete en la Galería Wildenstein, en Buenos Aires. Ya prácticamente no existían tablas fileteadas de la época de los carros. La exposición, en la que se lució el fileteador Carlos Carboni, uno de los que más colaboró para que se realizara, fue un éxito, e hizo que la gente de la ciudad comenzara a apreciar aquello que veía cotidianamente circular por las calles, pero que nunca le había prestado atención. El fileteado dejó de verse como una simple artesanía que servía sólo como un sencillo ornamento para carro o camión, y se le dio una mayor jerarquía, reconociéndoselo en el país y en el exterior como un arte de la ciudad, que desde entonces se “separó” del camión y se extendió a todo tipo de otros objetos.
En la actualidad sólo se permite un sencillo filete entre los planos de color del techo y la parte inferior del colectivoHubo luego una segunda muestra en la Plaza Dorrego, con la presencia de camiones fileteados que al día siguiente volverían al trabajo, con sus obras de arte a cuestas, como lo habían hecho siempre.
En 1975 una ordenanza, que fue actualizada en 1985, prohibió su uso en los colectivos (a excepción de un filete entre los planos de color del techo y la parte inferior) argumentando que producían confusión en los pasajeros al momento de tener que leer los números y recorridos de los mismos. A pesar de que esto casi termina con la propagación del filete, y que hoy día los pocos colectivos que aún lo usan lo hacen en muy menor medida, logró sobrevivir y difundirse, siendo hoy curiosidad por parte de los extranjeros.
La generación de artistas surgida en 1970 dio impulso a difundir la obra y a interesar a los más jóvenes. El fileteado comenzó a pintarse en cuadros, un adelantado en esto fue Martiniano Arce, seguido mas tarde por Jorge Muscia. Otro destacado fue León Untroib, como maestro de fileteadores, precursor de la utilización del filete en la decoración de diversos objetos y gráfica publicitaria, aquí también cabe destacar el aporte de Luis Zorz y mucho más recientemente Alfredo Genovese.
Maestros
Entre los mejores exponentes de este arte (Maestros Fileteadores, citados por los estudiosos Nicolás Rubio y Ester Barugel ), se encuentran los primeros fileteadores: Salvatore Venturo, Cecilio Pascarella, Vicente Brunetti, Alejandro Mentaberri, Pedro Unamuno, y el renombrado Miguel Venturo, a una segunda generación pertenecen Andrés Vogliotti, Carlos Carboni, León Untroib, los hermanos Brunetti, los hermanos Bernasconi, Enrique Arce, Alberto Pereira, Ricardo Gómez, Luís Zorz y Martiniano Arce, destacándose este último como un renovador utilizando por primera vez el fileteado porteño como pintura de caballete y obteniendo a lo largo de su trayectoria un sólido reconocimiento en el terreno del arte.
De la nueva generación se destacan Jorge Muscia por los premios recibidos en el terreno de la plástica y sus numerosas muestras en el exterior y los fileteadores, Alfredo Genovese, Elvio Gervasi, Adrián Clara, José Espinosa, Alfredo Martínez, Miguel Gristán, Sergio Menasché entre otros que siguen desarrollando este arte en la actualidad. A partir de la década del 90 también se agregan varias mujeres a este oficio.
El fileteado en la Actualidad
El resurgimiento del fileteado se debe en gran medida al ingenio y creatividad de quienes buscaron nuevos soportes para plasmarlo. Así, tanto las paredes de la ciudad, como ropas, botellas, tapas de CD o hasta la piel humana mediante el tatuaje son algunas de las diversas superficies en las que se propagó. Una campaña publicitaria para el canal de TV Much Music se realizó con el cuerpo de los presentadores y músicos fileteados por Alfredo Genovese.
Jorge Muscia logró una importante difusión del mismo en el exterior al realizar diversas exposiciones de sus obras en Europa, México y Estados Unidos. También Martiniano Arce, que tuvo mucho que ver en lo que respecta a llevar el fileteado al lienzo, ha realizado obras que han recorrido el mundo.
Jean Jaures al 700Entre los años 2003 y 2004 el Museo Carlos Gardel organizó el concurso El Abasto y el fileteado porteño, con motivo de su primer aniversario y como parte del VI Festival Buenos Aires Tango 2004. El lugar elegido fue la cuadra de la calle Jean Jaures al 700, en la que se encuentra el mencionado museo que fue a su vez vivienda del ídolo tanguero de Buenos Aires.
De 80 artistas inscriptos, un jurado conformado por arquitectos, artistas y vecinos premió a seis, que realizaron sus proyectos en sendas fachadas de vecinos del museo, que se comprometieron a mantener los frentes intactos por lo menos por un año.
Jean Jaures al 700. En el año 2006 la legislatura porteña declaró al fileteado como Patrimonio Cultural de la Ciudad de Buenos Aires a partir de la sanción de la ley 1941, impulsada por el diputado Norberto La Porta. En un acto realizado en el tradicional café Tortoni La Porta abogó por la derogación del mencionado decreto del año 1975 que impide el filete en los colectivos de Buenos Aires.
2 comentarios:
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